Resulta que en la ciudad en la que vivo (lo que el chacareraje denominaría como "pueblito del interior") el cable video local pertenece (adivinen) a Teledigital. En otras palabras: Clarín. Una muy pero muy modesta productora local se encarga de expandir la información a los lugareños.
El marido de la amiga de la mamá del amigo de mi amigo (creo) trabaja como camarógrafo para esta escueta productora. Su reacción ante la Ley fue la que cualquiera podría tener frente a algo que pone en duda su puesto laboral: cagazo y bronca.
En un cumpleaños en el que coincidimos, el marido de la amiga de la mamá del amigo de mi amigo, se refería al Gobierno con un no vacilante "son fascistas, son fascistas" (para ese entonces, Macri ya se había manifestado de ese mismo modo). Por razones de salubridad familiar, omití cualquier opinión.
Esta semana, ya aprobada la Ley, llegaron a la ciudad "los capos" del cable, según palabras del propio camarógrafo. Según él, no le dijeron absolutamente nada de nada sobre la Ley. Y además, se mostraron más amigables que de costumbre, le preguntaron como estaban, etcétera, etcétera, cosa que no solían hacer. Pero de la Ley ni mu. Ni una palabra.
¿Por qué será?
Seguiremos el caso.
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